viernes, 6 de enero de 2012

Epistológrafa

Hola y Feliz Año Nuevo:

Hace mucho tiempo que no escribo blogusino alguno, concretamente, desde que he vuelto a la Universidad para hacer un posgrado. Debo decir que lo hago principalmente por razones de índole profesional, pero también (y esta es mi excusa), que me roba todo el tiempo del mundo y alguno más.

Sin embargo, bien para desconectar de tanto artículo contemporáneo o para leer algo con un estilo menos conciso, llevo desde hace tiempo leyendo novelas, fundamentalmente del XIX. Y en ellas aprecio más conscientemente la importancia de un gesto que ya casi se nos ha olvidado: escribir cartas.

Ya, el correo electrónico nos libera de muchas cosas, igual que en su momento el teléfono... Y ni hablar de Skype. Pero no es eso a lo que quiero referirme.

El uso del teclado, como yo estoy haciendo ahora, nos está privando de una destreza manual, puesto que usamos las manos para escribir cada vez menos.

Adoro escribir cartas al estilo antiguo, con papel y pluma, varias hojas. Soy plumífera desde que me regalaron la típica de la comunión... Bueno, en realidad me regalaron dos y una no sé qué fue de ella. La otra la conservo y la uso, por supuesto.

En el acto de escribir a mano, una carta o lo que sea, nuestra mente se concentra de una forma distinta, del mismo modo que al leer una carta recibida. Buscamos palabras con más cuidado, porque si no es una ruina de papel desperdiciado (o de tachaduras), nos ponemos en situación con qué le vamos a contar al destinatario. No es lo mismo escribir a tu madre que a tu novio, o a una amiga con la que has pasado aventuras sin cuento.

En tiempos, yo me escribía con una amiga, incluso estando en la misma ciudad, solo por el placer de la escritura, de la expresión. También echo de menos la correspondencia con mi hermana, que hace mucho que no reanudamos.

Me temo que ahora ya no hay novelas epistolares, como Les liaisons dangereuses u otras por el estilo. Quizá haya con formatos de correos electrónicos. Sé que se han hecho novelas partiendo de blogs, pero no es lo mismo.

Unos amigos, cuando quieren celebrar una fiesta especial en su casa, envían invitación por correo. Es algo que me parece estupendo, salvo si casi llega el mismo día del acontecimiento. Evidentemente, se les responde en el mismo tenor, con tarjetón manuscrito y si me apuran, con lacre y sello.

Todo me recuerda a Amarraditos, aquella canción que cantaba Mª Dolores Pradera.

Si es que soy una nostálgica.

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