sábado, 10 de agosto de 2019

Mujeres...


Desde primeros de año más o menos, ando enfrascada en leer (he recuperado las ganas de leer de forma compulsiva, albricias) literatura inglesa del siglo XIX escrita por mujeres.

Me encantan las novelas de Jane Austen, incluso las fallidas. No creo que sean ni novelitas para chicas, ni literatura floja. Hay que pasar por encima de convencionalismos que formaban parte de la demanda literaria (final feliz, protagonistas guapas, etc... Un autor quiere publicar y que se venda su obra, si tiene que hacer alguna concesión, se hace) y ver realmente de lo que hablan, más allá del té, de los bailes...

Todo a cuenta de una recomendación de una amiga que me sugirió North & South, de Elizabeth Gaskell. Me resultó interesante adentrarme por la literatura femenina de la generación siguiente a Austen. Me fascinó por el relato casi contemporáneo de los inicios de la Revolución Industrial y de los sindicatos en Inglaterra. Aparte de algunos detalles en la construcción de los personajes, en las relaciones paterno-materno filiales, incluso en cómo presenta a John (el protagonista) muy consciente del roce físico con la protagonista, casi obsesionado. Teniendo en cuenta las circunstancias de la época, es hasta erótico. No es novela naturalista tipo Nana, sino novela tipo Dickens (su editor, por cierto); por lo que esa fijación, del personaje y de la escritora, tienen su importancia.

Hay que pasar por alto las muletillas que ahora nos hacen pesada la lectura, entonces eran necesarias, casi imprescindibles para caracterizar a los personajes... ¿Por qué esas muletillas no se nos hacen tediosas en la Ilíada, por ejemplo? Me refiero al "Aquiles, el de los pies ligeros" o a la "Aurora de rosados dedos"... Divago, ya lo sé.

Saber que esta señora había sido amiga y primera biógrafa de Charlotte Brontë hizo que me pusiera a leer/releer las novelas de las Brontë, un asunto pendiente.

Hace bastante años, lustros más bien, había leído Wuthering Heights, de Emily y Jane Eyre, de Charlotte. Tenía en casa otras novelas, The professor y Shirley, de Charlotte y Agnes Grey, de Anne.

Como soy metódica por naturaleza, decidí ponerme a leerlas, comenzando por las que no había leído antes: las de Charlotte primero con Villette incluida, la relectura de Jane Eyre y las de Anne después. Una buena amiga me dejó The tenant of Wildfell Hall. Para terminar la jugada, releí Wuthering Heights. Podría analizar una por una, pero es una tarea para la que ya hay suficientes estudios.

Haber leído del tirón todas las novelas de las tres hermanas hizo que se percibiera claramente las diferencias de estilo, pero hay una circunstancia que me impresionó bastante: en cada una de las novelas de las Brontë hay mujeres maltratadas.

En el caso de Wildfell Hall, es la protagonista, y retrata perfectamente el proceso del maltrato, de tal modo que no hay muchas diferencias entre lo que se puede leer en los periódicos de hoy y lo que escribía una joven que murió meses después de escribirlo, en el primer tercio del siglo XIX. Al parecer, en su entorno cercano había una mujer maltratada por su marido y ellas lo mostraron en sus obras. El que sigan el estereotipo de la mujer abnegada de la época (perdonan a sus maltratadores, incluso los intentan "redimir", por mucho que hayan huido de ellos, siguiendo su deberes conyugales) no excluye el interés de que los presenten.

Heathcliff, el protagonista de Wuthering Heights, es el paradigma del maltratador. Eso de que se trata de una novela "romántica" es un bulo enorme. Es una novela opresiva, de terror psicológico. La absoluta genialidad de la novela no es óbice para reconocer que el personaje es de los más odiosos de la literatura.

La agudeza en la presentación de estos personajes indica tanto que ellas eran muy observadoras, como que no se ha cambiado mucho en casi doscientos años.

Sigo en la exploración de este universo femenino. Sigo leyendo. Sigo animando a que las leáis.

Volvemos...

Hace mucho, mucho tiempo, muchos años que no escribo aquí.

La vida da vueltas y, realmente, me entró la desgana de publicar textos que llegaron a parecerme un ejercicio de narcisismo. No veo mucho sentido a escribir algo que no le interesa a nadie (o casi nadie), que no pasan de ser opiniones más o menos fundadas.

En estos años he hecho un master, en el que había que publicar un blog de tipo profesional. Quizá por eso me saturé. He seguido con mi trabajo y mis aficiones, en algunos casos hasta el agotamiento (las aficiones). He visto que muchos blogs que seguía se han ido o mudado o están tan inactivos como el mío...

Pero la alternativa de escribir lo que tengo en mente, en un cuaderno con la pluma me da más pereza, por mucho que me reconozca de pluma y papel.