martes, 3 de febrero de 2009

Lo prometido es deuda (y 2)

Creo que la entrada anterior merece, al menos, una segunda parte.

Toda vez que el domingo por la mañana, mientras me dedicaba a las tareas propias -limpiar- oyendo a Chico Buarque (también vale Van Morrison, The Kinks o cualquier cosa con marcha), reparo en "Tatuagem", que tiene su ración de versos gore: "Quero ser a cicatriz risonha e corrosiva/Marcada a frio, a ferro e fogo/Em carne viva". Lo del hierro en carne viva me recuerda sin remedio al Santo Oficio de la Inquisición, aunque lo de adjetivar con "corrosiva" también tiene su puntito.


He de decir que mis nociones de portugués (a pesar de mis amigos lusoparlantes) son tan exiguas como las de cualquier español que no sea gallego, así que me veo expuesta a muchos "falsos amigos". Las letras de Chico tienen un lenguaje demasiado rico para mi corto entendimiento, pero creo que ésta es comprensible...

Otro verso gore a más no poder es aquel de "El emigrante": "me voy a hacer un rosario con tus dientes de marfil"; o aquellos de "Dime que me quieres", aunque son más tipo masoquista: "Si tú me dijeras que fuese descalza,/pidiendo limosna descalza yo iría. /Si tú me dijeras que abriera mis venas,/un río de sangre me salpicaría./Si tu me dijeras que al fuego me echase,/igual que madera me consumiría./Que yo soy tu esclava y tú el absoluto/señor de mi cuerpo, mi sangre y mi vía".

Luego están las de momentos inquietantes: Uno de mis favoritos es un tiento que canta Carmen Linares que dice: "Si a medianoche en tu cama/te despierta un viento frío,/por Dios no te dé guindama/que son los suspiros míos,/que a medianoche te llaman". Cada vez que la escucho me acuerdo de Cumbres borrascosas; será por el viento. De todos modos, no voy a releer a la Brontë para encontrar la respuesta.

Los amigos saben de sobra que me encanta la copla. Siempre me ha intrigado por qué en la dictadura se permitía la difusión de todo este cancionero poblado de prostitutas, amores adulterinos, etc. No sé si porque el final es invariablemente trágico. Tengo conciencia de que al menos hay una versión censurada de "Ojos verdes", donde la protagonista dice "apoyá en la puerta de mi casa un día", mientras la versión primigenia decía "apoyá en el quicio de la mancebía"... Un patinazo de los censores comparable al incesto de Mogambo, porque infería que la chica se dedicaba al oficio más ancestral digamos... por libre. Creo, no estoy segura, que esta canción es anterior a la guerra y durante la II República las casas de lenocinio estaban legalmente permitidas, mientras que en la Dictadura era completamente ilegal.

Junto con los versos truculentos, hay imágenes tan hermosas como aquella de "en mis sienes había noches/y en las suyas madrugás". Ya está poblándose de madrugadas mi cabeza, quizá por eso me guste tanto.

Y sé que estoy de suerte, porque la Biblioteca Nacional acaba de inaugurar una exposición de sus fondos dedicados a la copla, hasta el 12 de abril.

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