lunes, 11 de octubre de 2010

Love for sale

Vuelvo a la carga, después de las vacaciones. Sí, unos cuantos meses (pero no tantos).

Siguiendo mi inveterada costumbre de comentar las cosas a toro pasado, esta vez va a ser igual. En agosto salió la noticia de que habían desarticulado una red de prostitución masculina en España. Al parecer, algunos venían desde Brasil sabiendo a lo que se iban a dedicar, otros no. Los proxenetas les surtían de poppers, cocaína y viagra para que pudieran atender a sus clientes las 24 horas del día, viviendo hacinados y con los habituales detalles sórdidos que me ahorro. Sobre todo se dedicaban a la prostitución homosexual, pero no únicamente.


¿Qué tiene de peculiar? que son hombres. Que parece que la prostitución maculina no suele estar en manos de proxenetas, sino que cada hombre que se vende suele hacerlo sin presiones ni violencia por parte de otros.

Luego,unos días después, leí unas declaraciones de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, diciendo que la prostitución debería estar regulada. Curioso, muy curioso que un personaje político dentro de un partido de centro derecha diga una cosa así, mientras su compañera de partido y concejala del Ayuntamiento de Madrid (ya sabéis a quién me refiero), es partidaria de todo lo contrario. No sé si la señora Presidenta pretende que se legalicen los burdeles. Si mal no recuerdo lo estuvieron en la II República, para luego ser prohibidos fulminantemente durante la Dictadura.

Por lo poco que sé, el proxenetismo está penado en España y el ejercicio de la prostitución es libre. Eso es lo aséptico. La realidad es que en España, la mayor parte de las personas que se dedican a la prostitución lo hacen forzadas por proxenetas, sobre todo en el caso de las mujeres, en comparación con la noticia que comentaba al principio. Demasiado bien se sabe lo que pasa, las engañadas, golpeadas, violadas, obligadas a abortar, etc.


En Europa, se pasa de políticas permisivas, como la holandesa, que ha demostrado que no acaba con el proxenetismo y la trata, a las políticas más duras como la sueca, donde el cliente incluso es multado. Supongo que se basa en dos concepciones distintas, la primera sosteniendo que es un servicio y la otra resaltando que realmente el ejercicio de la prostitución suele ser a la fuerza, por tanto el cliente es un individuo que está colaborando en un delito.


Yo me inclino por la sueca. Al menos, en España es así, y también supongo que en Suecia no les cabe en la cabeza que alguien pueda pagar por tener relaciones sexuales.


Yo tampoco me puedo imaginar a ningún putero o putañero (términos del DRAE) que le pregunte a quien se vende, junto con el precio, si lo hace libremente o coaccionado. Y que quien se vende diga que es libre, a sabiendas de que si dice que no (y si al cándido cliente le da un ataque de moral) se ha quedado sin un pellizco de su "deuda" con el proxeneta de turno.


Hace algún tiempo, además, leí en periódicos de tirada nacional que los jóvenes ahora frecuentan más a las prostitutas, porque es más barato que antes y porque (supongo que entre otras cosas) les incomoda ligar con una chica y que ésta finalmente no quiera tener sexo con ellos. Pagando se evitan el agobio de verse quizá rechazados, el trabajo de mantener una relación... Conozco a algunos hombres que pagan por tener relaciones sexuales y lo que tienen en común es su incapacidad para relacionarse de igual a igual con mujeres, no ya en el aspecto sexual, sino incluso social. Me da por pensar que las relaciones sexuales pagadas incluyen un componente subjetivo de superioridad por parte del pagador; el que paga manda, en suma.


Si consideramos que la prostitución es un servicio o un trabajo (de ahí lo de llamarles trabajadores del sexo, junto con la connotación peyorativa de "prostituta") debiera estar regulado. Es evidente que se rige por la oferta y la demanda, que hay mujeres que les resulta mucho más lucrativo dedicarse a la prostitución que a un oficio, pero me temo que son minoría. Y personalmente, no considero que sea un servicio, creo que es una forma de esclavitud, que cosifica a quienes la ejercen por parte de sus proxenetas y sus clientes.


Ah, lo de
trabajadores del sexo me parece una falacia más del lenguaje políticamente correcto que evita llamar a las cosas por su nombre, o que ni siquiera sabe cómo decirlas.

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