domingo, 8 de mayo de 2011

Músicas variadas en abril-mayo

El mes de abril ha sido muy propicio en conciertos de música, entre otras cosas porque la Semana Santa produce dos cosas: que en ese momento se paralice la actividad (como en Navidad), y que se concentre en las semanas precedentes y/o posteriores.

Como me dijo una amiga a la salida de uno: Marga, tú oyes muchos conciertos ¿no? Le contesté que, en efecto, cada vez me interesa menos la música enlatada y más la interpretación en vivo, aunque debo reconocer que oigo música en directo desde que era adolescente.


Ya he escrito alguna vez que no me gustan los barrocos tocados con piano, en general. Pero recuerdo unas sonatas de Scarlatti tocadas por Ivo Pogorelich hace muchos, muchos años que me dejaron fascinada... Y un Bach, tocado por el grandísimo Krystian Zimerman, que me irritó profundamente. Es decir, que no soy demasiado fanática de la interpretación historicista, siempre que se respete en lo posible el estilo.


El primero que recuerdo de abril es uno de Grigory Sokolov, con obras de Bach y Schu
mann. Bueno, pues hizo que me saliera humo por las orejas. Sé que es muy personal en su forma de tocar y bla, bla, bla. Pero todos los años viene a tocar y cada vez me irrita más. Dejo aparte lo ya escrito sobre el barroco en piano. Tocó Schumann como si fuera un Liszt pirotécnico, lo más fuera de estilo que se pueda imaginar... Y el público haciendo la ola, porque les encantan los virtuosos de dedos ágiles y ligeros. Me fui después del primer bis, porque no podía con ello.

El año que viene, ya me he comprometido a regalarle la entrada a un conocido, pianista por más señas, que tiene interés en ver cómo lo hace.


El segundo, tres días después, fue un concierto que me avisó mi maestro de coro. Un conjunto coral, Ars Nova Copenhagen, dirigido por Paul Hillier, un histórico cantante británico, de estos que tienen una afinación perfecta. He escuchado muchísimos discos en los que cantaba y dirigía, visto vídeos, de todo. El programa prometía: música de la época Tudor y de Arvo Pärt.


Y el concierto fue muy, muy bueno, música bellísima... Yo no terminé de entrar a fondo, porque mezclaba repertorio renacentista con las obras de Pärt, que es un músico contemporánero muy interesante. Hubiera disfrutado más si lo hubieran separado, porque yo necesito atender a cosas distintas según el repertorio. No sé si me explico.


Ah, sospecho por alguna cosilla de las notas que quien las firma cree que el común de los mortales sabe más de historia de Inglaterra de lo habitual, o bien que hemos visto todas las temporadas de Los Tudor.


Después del concierto, unos cuantos nos fuimos a cenar y acabamos a las tantas, hablando de música y de muchas otras cosas. Fue cuando mi amiga me dijo lo que encabeza este blogusino.


Cuatro días más tarde, otro concierto, esta vez de lied por Bejun Mehta y Julius Drake, con obras variadas, desde el siglo XVII al XX. Fue muy interesante, aunque no se le entendía nada de los textos (mi compañero de asiento es profesor de inglés y me reafirmó en mis dudas). La voz muy bonita, eso sí.


Y tuve la suerte de encontrarme con unos amigos de la Universidad, que no había vuelto a ver en unos veinte años. Por fortuna, nos conservamos todos muy bien y nos reconocimos. Fuimos a tomar unas cañas y a ponernos al día, como es natural.


El ritmo de conciertos se ralentizó un poco, porque me dejó una semana de descanso entre el que acabo de comentar y el siguiente, pero me fui a ver un espectáculo en el que se cantaba y se bailaba:


La danza de la Muerte/dança da Morte, una coproducción hispano-portuguesa que me pareció muy interesante. Sencilla pero efectiva, mezclaba la tradición medieval hispana de la danza de la muerte con las obras de Gil Vicente. Los cantantes eran los propios actores y fueron muy correctos en lo que al canto se refiere. Tuve algún problema en entender a una actriz portuguesa que hablaba muy rápido y con un acento muy cerrado, pero en general, me pareció estupendo.


Y luego, el fantástico concierto de Leif-Ove Andsnes. El programa era muy exigente y realmente bonito, con la sonata Waldstein de Beethoven, las 4 baladas op. 10 de Brahms, un Schoenberg temprano y la sonata op. 32 de Beethoven para finalizar.


Ví lo que nunca creí que iba a pasar: como es habitual en nuestros conciertos, el personal está siempre enfermísimo de tos y no hace ningún caso de las indicaciones sobre los teléfonos móviles (ya, ya sé que debería decirse portátiles, porque móvil es el que se mueve por sí solo). Pues bien, en las sonatas de Brahms, suena uno, horrible y estridente... El pianista
se para sobre las teclas que iba a pulsar, manteniendose estático (y estaban en un extremo del teclado) hasta que se deja de oír el soniquete de marras. Impávido, sigue tocando hasta el final. Fin de la primera parte. Al terminar el descanso, se oye una voz por megafonía que pide encarecidamente que se compruebe que los móviles están apagados. Así pudimos escuchar, como en un nirvana, una de las mejores interpretaciones de la sonata op. 111 de Beethoven que yo recuerde.

Dos días más tarde, me invitaron a ir a un concierto en el Monasterio de las Descalzas, conmemorando en nacimiento de Dª María Bárbara de Braganza, mujer de Fernando VI y protectora de Scarlatti. El programa lo constituían obras de diversos compositores portugueses del siglo XVIII (incluyendo brasileños), y un par de sonatas del mencionado Scarlatti. Para mí, casi todas las obras eran desconocidas, y no había oído ni leído nada de la mayoría de los autores. El teclista era Nicolau de Figueiredo, un clavecinista brasileño que tocó con mucho arte y nos contó porqué había elegido ese repertorio tan inusual. Fue realmente interesante, aparte del "marco incomparable".


Ya en mayo, fui el jueves pasado a ver la ópera El rey Roger de Szymanowski. Me habían hablado muy bien de los cantantes y del coro, de la música y la interpretación en general, y muy mal de la escenografía. El mismo escenógrafo hizo una producción que se vió hace una o dos temporadas, El caso Makropoulos, excepcional, muy buena; pero esta vez creo que ha patinado, y eso que algunas cosas me recordaban a la puesta en escena de la obra de Janacek.


Sin embargo, considero que ya la obra era complicada de entender (por mucho que estuviera basada en Las Bacantes de Eurípides), para que encima nos metieran asuntos externos a la ópera como elementos de la puesta en escena. Me refiero a las referencias a la toxicomanía y la homosexualidad del compositor, así como el guiño pop de las máscaras de Mickey Mouse -que funcionaba muy bien en El caso Makropoulos con King Kong-, que no añaden nada a la acción en sí y embrollan mucho, haciendo incongruente la obra.


Por otra parte, si buscan escandalizar por poner unas proyecciones de Warhol o de Pasolini, o por hacer que los protagonistas canten en ropa interior, creo que es un recurso muy fácil y manido... Todavía me acuerdo de la puesta en escena de Bieito del
Wozzeck, que era más extremada en ese aspecto.

Y por fin, esta tarde voy a ver la puesta en escena de El burgués gentilhombre , de Molière-Lully. Tengo muchas ganas de darme un baño de grandeur barroca.

Ah, y este mes hay cosas interesantes en la Filmoteca.

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