domingo, 17 de abril de 2022

Y de nuevo...

Sí, volvemos, Domingo de Resurrección para los católicos, algo que no estaba planeado.

Han pasado casi tres años desde la última entrada. Entre medias, una pandemia que no ha terminado, con varias olas (y las que te rondaré...), una guerra en el Este de Europa y movimientos convulsos en la política de todas partes.

Cambios en mi vida, personal y laboral. La pérdida de alguien tan querido que sólo mencionarlo ya me chafa y necesito respirar hondo para continuar.

Uno, dos años que parecen borrados de la memoria. Durante el confinamiento me dediqué a ver cada día una ópera, dentro de la oferta que los teatros ponían libremente en Internet, mientras se recuperaba ese tobillo roto. Mientras me cuidaban. Poco más.

En esos momentos también cambié de trabajo, cuando terminó el confinamiento. Un salto sin saber si la piscina estaba llena o no (afortunadamente, había agua suficiente para no estamparme y no tanta para ahogarme). Todavía estoy haciéndome al lugar, al trabajo y a la gente. Contenta porque precisaba algo distinto, tenía la sensación de que ya había aportado todo lo podía en el puesto anterior.

Ahora  se impone retomar costumbres y actividades que abandoné en el confinamiento. Recuperar intereses poco a poco, salir de un cierto letargo. Darme cuenta (como si no lo supiera, ay) de que mi cuerpo está más viejo. Enfrentar los miedos que no tenía hace tres años. Y plantearme otras cosas en mi vida, ver lo que me compensa o no.

Volvemos.

martes, 3 de septiembre de 2019

¿Qué han hecho los romanos por nosotros?

El título parece un chiste obvio, pero incluso 4 años más tarde de su publicación (sí, escribo con retraso, pero cuando hablamos de milenios de historia, es banal), haber dedicado el verano a leer SPQR de Mary Beard, es de lo más refrescante. Y sí, con Monty Phyton y aprovechando que es el 40 aniversario de La vida de Brian...

Y claro, escrito con ese fino estilo que tienen los historiadores británicos, irónico y muy digestible pero a la vez con un sustrato erudito poderosísimo. Por supuesto que es una síntesis y un trabajo de divulgación si se quiere, pero para hacer eso con capacidad es necesario tener mucho conocimiento.

Si nos ponemos quisquillosos, abruma el predominio de la bibliografía anglosajona sobre el mundo clásico (algo tendrán que decir los propios italianos, ¿no?), aunque es lógico, si pensamos en el lector "diana" que pudo leer este volumen. De todos modos, he manejado la versión inglesa, no la española (ed. Crítica) donde puede haber adiciones en la bibliografía.

Me parece muy inteligente la tesis que sustenta, que hasta que Caracalla da la ciudadanía romana a todos los súbditos del Imperio (212 EC), es la ciudadanía lo que marca diferencias en el territorio dominado por los romanos, antes y después del Imperio... Y que luego (llevándolo al extremo de 1453, esto es, la caída de Constantinopla y del Imperio Romano de Oriente), es otro cantar.

Me hace gracia la forma que tiene de denominar al primer triunvirato (César, Pompeyo y Craso), que explica en la bibliografía anotada del final (por favor, no hay que perdérsela, es tan interesante como el propio libro).

Me interesa realmente la forma de presentar los temas y lo que realmente nos han dejado los romanos (calendario y algunas cosas más, sobre todo en lugares con una romanización intensa como es España). A veces el relato histórico es un poco desconcertante, pero ella muestra que nada es monolítico (salvo los monumentos).

De todos modos, me ha servido para recordar cuando era mucho más joven y mi interés por la cultura latina era más fuerte, antes incluso de hacer la carrera. Mi sensación era volver a un lugar conocido, en el que me he sentido a gusto desde hace...

Destacaría la reflexión final, en la que habla como lo que es, una persona de este siglo, que no mira de un modo idealizado aquello a lo que ha dedicado la mayor parte de su vida y de sus estudios.



Teatro, artistas y otras hierbas

Hace unas semanas estuve en el teatro... Bueno, es un decir, porque el trasunto de corral de comedias que han organizado en la Cuesta de Moyano no es un teatro. Para mí que es, realmente, un modo de que las compañías hagan bolos y se fogueen espectáculos en plan "ensayo con público".

Creo que este chiringuito veraniego está montado desde hace tres años. He ido el pasado y éste, reafirmándome en esta impresión. No sé si el "espíritu del barroco" impone que podamos entrar con bebida, comida y que incluso se aliente por la megafonía: un soniquete que al principio te hace gracia (me recordaba a la sintonía de Movierecord que nos ponían en los cines de verano de mi infancia), pero luego cansa y mucho, demasiado alto sin dejar que pudiéramos hablar si venías acompañado: que si la birrita, que si lo otro, pero "con moderación". Si quieren espíritu barroco, que hagan aloja y veremos si tiene éxito.

Y eso que el programa "doble" tenía mucho interés: dos obras de Ana Caro de Mallén, dramaturga del Siglo de Oro, la famosa "décima musa". Claro que si te dicen que la primera obra empieza a las 8 y la segunda a las 9:30, entonces tenemos un problema...

El problema es que le han metido tal poda a las obras que no se entiende mucho y los personajes quedan muy planos. Con lo que vimos, el apodo de "décima musa" se quedaba corto y si lo que quieren es recuperar a la autora, flaco favor le hacen. No estoy segura si a Lope le hacen tales cortes, supongo que no, porque nos sabemos sus obras "de repertorio" desde que estamos en el colegio.

Si tenemos en cuenta que en el XVII los espectáculos duraban casi todo el día (creo que todavía siguen ese plan en Japón con el teatro Noh), lo que hace normal que te lleves la tartera y la birrita, no es de recibo que corten tanto. ¿Por qué tenemos esa tendencia a la poda teatral (en la ópera también pasa)? ¿Es que los del barroco tenían más aguante?¿Es que somos tan tontos que no vamos a entender lo que dicen y tiene que venir alguien a aligerarlo?

sábado, 10 de agosto de 2019

Mujeres...


Desde primeros de año más o menos, ando enfrascada en leer (he recuperado las ganas de leer de forma compulsiva, albricias) literatura inglesa del siglo XIX escrita por mujeres.

Me encantan las novelas de Jane Austen, incluso las fallidas. No creo que sean ni novelitas para chicas, ni literatura floja. Hay que pasar por encima de convencionalismos que formaban parte de la demanda literaria (final feliz, protagonistas guapas, etc... Un autor quiere publicar y que se venda su obra, si tiene que hacer alguna concesión, se hace) y ver realmente de lo que hablan, más allá del té, de los bailes...

Todo a cuenta de una recomendación de una amiga que me sugirió North & South, de Elizabeth Gaskell. Me resultó interesante adentrarme por la literatura femenina de la generación siguiente a Austen. Me fascinó por el relato casi contemporáneo de los inicios de la Revolución Industrial y de los sindicatos en Inglaterra. Aparte de algunos detalles en la construcción de los personajes, en las relaciones paterno-materno filiales, incluso en cómo presenta a John (el protagonista) muy consciente del roce físico con la protagonista, casi obsesionado. Teniendo en cuenta las circunstancias de la época, es hasta erótico. No es novela naturalista tipo Nana, sino novela tipo Dickens (su editor, por cierto); por lo que esa fijación, del personaje y de la escritora, tienen su importancia.

Hay que pasar por alto las muletillas que ahora nos hacen pesada la lectura, entonces eran necesarias, casi imprescindibles para caracterizar a los personajes... ¿Por qué esas muletillas no se nos hacen tediosas en la Ilíada, por ejemplo? Me refiero al "Aquiles, el de los pies ligeros" o a la "Aurora de rosados dedos"... Divago, ya lo sé.

Saber que esta señora había sido amiga y primera biógrafa de Charlotte Brontë hizo que me pusiera a leer/releer las novelas de las Brontë, un asunto pendiente.

Hace bastante años, lustros más bien, había leído Wuthering Heights, de Emily y Jane Eyre, de Charlotte. Tenía en casa otras novelas, The professor y Shirley, de Charlotte y Agnes Grey, de Anne.

Como soy metódica por naturaleza, decidí ponerme a leerlas, comenzando por las que no había leído antes: las de Charlotte primero con Villette incluida, la relectura de Jane Eyre y las de Anne después. Una buena amiga me dejó The tenant of Wildfell Hall. Para terminar la jugada, releí Wuthering Heights. Podría analizar una por una, pero es una tarea para la que ya hay suficientes estudios.

Haber leído del tirón todas las novelas de las tres hermanas hizo que se percibiera claramente las diferencias de estilo, pero hay una circunstancia que me impresionó bastante: en cada una de las novelas de las Brontë hay mujeres maltratadas.

En el caso de Wildfell Hall, es la protagonista, y retrata perfectamente el proceso del maltrato, de tal modo que no hay muchas diferencias entre lo que se puede leer en los periódicos de hoy y lo que escribía una joven que murió meses después de escribirlo, en el primer tercio del siglo XIX. Al parecer, en su entorno cercano había una mujer maltratada por su marido y ellas lo mostraron en sus obras. El que sigan el estereotipo de la mujer abnegada de la época (perdonan a sus maltratadores, incluso los intentan "redimir", por mucho que hayan huido de ellos, siguiendo su deberes conyugales) no excluye el interés de que los presenten.

Heathcliff, el protagonista de Wuthering Heights, es el paradigma del maltratador. Eso de que se trata de una novela "romántica" es un bulo enorme. Es una novela opresiva, de terror psicológico. La absoluta genialidad de la novela no es óbice para reconocer que el personaje es de los más odiosos de la literatura.

La agudeza en la presentación de estos personajes indica tanto que ellas eran muy observadoras, como que no se ha cambiado mucho en casi doscientos años.

Sigo en la exploración de este universo femenino. Sigo leyendo. Sigo animando a que las leáis.

Volvemos...

Hace mucho, mucho tiempo, muchos años que no escribo aquí.

La vida da vueltas y, realmente, me entró la desgana de publicar textos que llegaron a parecerme un ejercicio de narcisismo. No veo mucho sentido a escribir algo que no le interesa a nadie (o casi nadie), que no pasan de ser opiniones más o menos fundadas.

En estos años he hecho un master, en el que había que publicar un blog de tipo profesional. Quizá por eso me saturé. He seguido con mi trabajo y mis aficiones, en algunos casos hasta el agotamiento (las aficiones). He visto que muchos blogs que seguía se han ido o mudado o están tan inactivos como el mío...

Pero la alternativa de escribir lo que tengo en mente, en un cuaderno con la pluma me da más pereza, por mucho que me reconozca de pluma y papel.

sábado, 10 de marzo de 2012

Tusones o vellocinos

Hace una hora regresé de la expo del Toisón de Oro. Desconocía algunas de las pinturas y grabados y echo de menos un poquito más de explicación de todo el gazpachito conceptual que se gastaba Felipe el Bueno cuando fundó la orden.
Pero me ha servido para comprarme un par de librines (el catálogo y otro sobre ceremonial en la corte de Borgoña... [A otros les da por morder farolas]) y recordar mucho, mucho la visita que hicimos mi tía Sita y servidora a Gante y acordarme de su esposo, mi tío Manolo. Por él tengo las diapositivas de las pinturas que conmemoran dos capítulos de la Orden que están allí, con los escudos y los títulos.
Da no se qué encontrarte estos títulos en francés antiguo del trespuyssant Felipe II, y sentir el peso de algo que se ha perdido irremisiblemente y del que sólo se conservan... eso, descripciones, pinturitas.
Casi seguro que los visitantes se fijan poco en esos escudos (o en los que hay en la catedral de Barcelona, pues allí se celebró el capítulo de 1519) y van a ver el Tríptico del Cordero Místico, que es apabullante, por otro lado.
Cuando fui, no sabía o no recordaba que estuvieran esas pinturas y me produjeron una emoción que no puedo describir con facilidad, intentando recordar quiénes fueron esos señores, ya muertos hace siglos, qué hicieron... Vale, es lo que tenía estar recién licenciada en Historia y haberse especializado en esa época y en esas cosas. Supongo que sigo siendo un poco friki...
Y ahora todo se me mezcla con las palabras de Jorge Manrique sobre los que se fueron, verduras de las eras.
Y me sorprende que no he visto ninguna foto del actual soberano de la Orden (el rey de España) vestido con el tradicional manto de la Orden, sólo el joyel. Isabel de Inglaterra no tiene reparo en aparecer con la vestimenta de la Orden de la Jarretera (honni soit qui mal y pense) y son tan tremebundas una como otra.
PS: Este mes en la Filmoteca hay un par de ciclos interesantes: uno de las películas "alemanas" de Fritz Lang y otro de Elizabeth Taylor.

viernes, 6 de enero de 2012

Epistológrafa

Hola y Feliz Año Nuevo:

Hace mucho tiempo que no escribo blogusino alguno, concretamente, desde que he vuelto a la Universidad para hacer un posgrado. Debo decir que lo hago principalmente por razones de índole profesional, pero también (y esta es mi excusa), que me roba todo el tiempo del mundo y alguno más.

Sin embargo, bien para desconectar de tanto artículo contemporáneo o para leer algo con un estilo menos conciso, llevo desde hace tiempo leyendo novelas, fundamentalmente del XIX. Y en ellas aprecio más conscientemente la importancia de un gesto que ya casi se nos ha olvidado: escribir cartas.

Ya, el correo electrónico nos libera de muchas cosas, igual que en su momento el teléfono... Y ni hablar de Skype. Pero no es eso a lo que quiero referirme.

El uso del teclado, como yo estoy haciendo ahora, nos está privando de una destreza manual, puesto que usamos las manos para escribir cada vez menos.

Adoro escribir cartas al estilo antiguo, con papel y pluma, varias hojas. Soy plumífera desde que me regalaron la típica de la comunión... Bueno, en realidad me regalaron dos y una no sé qué fue de ella. La otra la conservo y la uso, por supuesto.

En el acto de escribir a mano, una carta o lo que sea, nuestra mente se concentra de una forma distinta, del mismo modo que al leer una carta recibida. Buscamos palabras con más cuidado, porque si no es una ruina de papel desperdiciado (o de tachaduras), nos ponemos en situación con qué le vamos a contar al destinatario. No es lo mismo escribir a tu madre que a tu novio, o a una amiga con la que has pasado aventuras sin cuento.

En tiempos, yo me escribía con una amiga, incluso estando en la misma ciudad, solo por el placer de la escritura, de la expresión. También echo de menos la correspondencia con mi hermana, que hace mucho que no reanudamos.

Me temo que ahora ya no hay novelas epistolares, como Les liaisons dangereuses u otras por el estilo. Quizá haya con formatos de correos electrónicos. Sé que se han hecho novelas partiendo de blogs, pero no es lo mismo.

Unos amigos, cuando quieren celebrar una fiesta especial en su casa, envían invitación por correo. Es algo que me parece estupendo, salvo si casi llega el mismo día del acontecimiento. Evidentemente, se les responde en el mismo tenor, con tarjetón manuscrito y si me apuran, con lacre y sello.

Todo me recuerda a Amarraditos, aquella canción que cantaba Mª Dolores Pradera.

Si es que soy una nostálgica.