lunes, 7 de septiembre de 2009

Cosas que hacer en Madrid cuando estás...

... de vacaciones:

Pues sí, esto es lo que hay, tengo unos días de vacaciones y no me voy a mover de acá. Me dió el agobión de "unas vacaciones sin salir de casa, ¡¡anatema!!" como una semana antes. Pensé en darme unos barros en un balneario, que me mimaran (necesito mimos... Siempre necesito mimos, ¿quién no?)... Luego pensé en las duchas escocesas y en los pediluvios, ese invento digno del marqués de Sade, y decidí que esta vez no.

Un amigo me sugirió irme a Madeira, diciendo que si era el paraíso en la Tierra y blablabla. La verdad es que hace tiempo ví un documental en la tele y parecía un lugar maravilloso, por no hablar del vino. Ya me veía yo cargada de botellas para parientes y amigos...

Toda decidida, me compré una guía y un librillo de conversación para intentar entender lo que dicen y pedir lo básico. Algo que me sorprendió es que la pronunciación la transcriben no en lenguaje fonético, sino usando la grafía normal de las palabras. Yo que esperaba ver esos graciosos signitos que están al lado de las palabras en el diccionario de inglés (si es bueno), y que ya me he acostumbrado a descifrar (la culpa la tiene mi primer profesor de inglés serio que tuve, a los 8 años, empeñado en que todos aprendiéramos los signos fonéticos). Pero estoy divagando...

Creo que ya he comentado alguna vez que mi portugués es inexistente, aunque de broma lo hable con un par de amigos brasileños, siempre con alguna copa ingerida (es alucinante lo fluido que sale cualquier idioma con una adecuada dosis de vinazo). La clave es imitar el habla (para los españoles es más fácil la de Brasil que la de Portugal) y sólo usar palabras que suenen suficientemente antiguas para que ambos idiomas las tengan; y estar de broma... Si te tomas en serio es imposible.
Precisamente, uno de estos amigos brasileños es el que me recomendaba Madeira "para mejorar mi portugués".

Pues bien, cuando me disponía a ver precios y demás, me dí cuenta de que el paraíso terrenal está fuera de mi presupuesto, por ahora. Y que no me siento a gusto sin saber el idioma del sitio al que voy; así que lo he dejado por el momento.

De ahí el título del blogusino de hoy, parafraseando el título de una película que no ví. A propósito: ¿Por qué hubo una época en que los títulos de las películas eran casi tan largos como el argumento?... Bueeno, como el título de cierto segundo volumen de cierta trilogía cuya traducción literal tiene seis palabras y han puesto una especie de testamento. [Es una maldad, lo sé].

En fin, que voy a aprovechar para irme a la Filmoteca: Este mes dan dos ciclos de no perderse, uno de Jim Jarmusch y otro de Mankievicz (o como se escriba). Ya he ido a ver algunas de las de Jarmusch, pues no le tengo tan presente como Julius Caesar o El fantasma y la Sra. Muir o All about Eve, que tampoco me voy a perder ni por casualidad.

Pero de Jarmusch me gusta su blanco y negro y las bandas sonoras, aparte de las cosas que cuenta en cada película, claro. La útima que he ido a ver suya es Dead Man, una del oeste. Creía que no iba a ser tan sórdida, pero es algo que percibes con nitidez cuando vuelves a casa, menos mientras la ves. Y la banda sonora es un puro guitarrazo de Neil Young (yo iba sobre todo a escuchar qué había hecho), tan descarnado como lo que te cuenta.

Leyendo las notas de la programación me enteré de que Jarmusch empezó su carrera artística como poeta. Así no me extraña que, al menos en dos de las tres películas que he visto en días consecutivos, se recitaban diversos fragmentos de poemas, de William Blake a Walt Whitman. No sé si es el puntillo pedante, que en realidad para él tiene sentido en sus películas... Pero me gusta.

También aprovecharé para pasear, para ver exposiciones, para organizar un poco mi caótica vida antes del verdadero inicio de curso.

Ya, debería escribir un poco más, ¿no?

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