domingo, 30 de agosto de 2009

Algo prometido sobre traducciones

Ahora que estoy volviendo a cogerle el tranquillo a escribir blogusinos, voy a ir cumpliendo todas las promesas que hice en los anteriores y comentar cosillas.

Una de mis promesas fue escribir sobre porqué no soporto las traducciones... Las malas traducciones, quiero decir. Pues porque me pongo paranoide y ya no me creo nada de nada de lo que me cuenta el autor, por culpa del traductor.

Sé que es un defecto, pero como sólo puedo cerciorarme de mi buen ojo lingüístico en los idiomas más habituales (no el alemán, eso son palabras mayores), sé que me estoy perdiendo toda la literatura rusa, la alemana, las orientales... Un desastre. Mis amigos me dicen que soy exagerada, pero es que me pone de mal humor toparme con errores de bulto y pobreza lingüística.

Aguanto mal las erratas, pero que el tipo que te está llevando de la mano para que descubras una historia sea algo así como un bandolero de Sierra Morena con el lenguaje, me revuelve las tripas.

Porque (lo he comprobado, ojo) no sólo es que confunda retrato con fotografía, como en la traducción de A suitable boy que circula en español; es que suelen cargarse el estilo del autor, convirtiendo una posible obra maestra en un tocho infumable.

Acabo de mencionar la obra de Vikram Seth porque eso lo he vivido: mi hermana le regaló la traducción a una tía nuestra, pues a ella le había encantado en versión original. Al cabo del tiempo estuvieron comentándolo y mi tía dijo que no le había gustado nada, que era un peñazo. Un día me encontré un ejemplar traducido en el trabajo y le dí un somero repaso; ahí me dí cuenta de por qué mi tía no consiguió "entrar" en el libro. También me ocurrió con un libro que sugerí a mis amigas del club de lectura: Verre cassé, de Alain Mabanckou. En la traducción se pierde mucha de la riqueza del estilo. Lo sé porque estuvimos comentándolo. Y recuerdo la decepción que me llevé al leer El señor de los anillos en versión inglesa y compararla con la traducción que me había subyugado a los 16.

En otros lo noto, no puedo pensar que algo que mis amigos me han recomendado con tanto fervor sea tan plano. De hecho, en los idiomas que controlo más o menos (y en alguno que no controlo en absoluto, pero es que soy una temeraria), suelo leer la versión vernácula. Me resulta más cansado, sí; que pierdo matices, también; pero por lo menos estoy segura de que realmente es eso lo que me quieren contar. Y si no me entero, mala suerte, es mi problema, a estudiar de nuevo la gramática...

Me machaca pensar que no voy a disfrutar plenamente de Eugenio Oneguin, o del Fausto. Item más, que en una de mis conversaciones con mi dilecto maestro, salió este tema y me comentó que ahora se están haciendo nuevas traducciones del ruso al español, porque lo que conocíamos no tiene que ver con lo que cuenta ni Chejov, ni Tolstoi, ni cualquiera de los demás.

Y yo ya estoy mayor para ponerme a estudiar idiomas complejos con grafías distintas...

Por otra parte, sé que la traducción es asunto de cuidado. Quizá por eso, me gustaría que la calidad fuera mayor, ya que España es uno de los países con mayor producción editorial y se nutre en gran parte de traducciones. Mmm, vaya, ya salió el gusanito bibliotecario...

Pido disculpas por este blogusino reivindicativo, pero es que me acaba de pasar con un libro que me han regalado. Me temo que el traductor no le ha pillado el punto porque ha pasado sin pena ni gloria por mis neuronas.

1 comentario:

Unknown dijo...

Apoyo las reivindicaciones y...¿Qué libro?