domingo, 7 de febrero de 2010

Variado musical...

Para que no digais, hoy os pongo al día de las músicas que he ido escuchando en vivo o no en estos primeros días del año.

Fui al fantástico concierto de Joyce di Donato, que fue maravilloso salvo un Rossini “heroico” estomagante. No sé si os acordais de la anécdota: Rossini fue a visitar a Beethoven y salió en la conversación el deseo del primero de hacer ópera seria, que era lo que daba prestigio en aquel momento. Beethoven le aconsejó que siguiera con la ópera bufa, algo menor. El comentario le sentó muy mal a Rossini y no lo siguió, pero yo creo (y mi dilecto maestro también) que el sordo dio en el clavo.

También me gustó mucho el segundo vestido que sacó, que necesita de un cuerpazo para poder llevarlo con gusto. Debo decir que me gusta que las cantantes se cambien de traje en el intermedio, salgan esplendorosas, aunque sean ballenas tipo Moby Dick.

La ópera de Wagner del Real me entusiasmó menos. Quizá porque casi me la conozco de memoria y hacía mucho tiempo que no la oía, pero no me terminó de llegar. Y lo peor, la escenografía, que mezclaba momentos ñoños (que hacían parecer a Senta una especie de retrasada mental) con incongruencias como el expendedor de bebidas con el famoso logo rojo y blanco (“la chispa de la vida”) presidiendo todo el segundo acto… Por no hablar de las salidas de un propio que aparece corriendo desnudo y tapándose los genitales mientras le persiguen tres o cuatro chicas que van también quedándose en ropa interior; o cuando el coro de marineros diabólicos se convierte en escena en unas bailarinas desnudas (de lejos lo parecían), con largas cabelleras que hacían bailes supuestamente lascivos. No sé qué tienen los escenógrafos españoles con el interés de poner a gente en cueros en escena, venga a cuento o no. Por supuesto que en una bacanal, en el Venusberg, etc, está muy bien, pero lo demás… Parece que seguimos en la época del destape. Y no dice mucho de la creatividad de los mencionados.

El concierto de Krystian Zimerman fue apoteósico. Monográfico Chopin. Incluso con las toses, el móvil que se cargó la marcha fúnebre de la sonata nº 2, todo eso desapareció porque tocó de modo impresionante. Y parece que está menos estricto, porque hasta da propina.

Como el concierto de Christian Zacharias, que al pobre le tocó bregar con caída de paraguas (diluviaba en Madrid), toses huracanadas, móviles varios, caída de monedas -en ese momento pareció que iba a parar el concierto, pero no lo hizo- y también fue glorioso.

Para terminar, el concierto que dio Mattias Goerne. Monográfico Schubert. Me pareció interesante por cantar canciones poco habituales en concierto, pero realmente, la cosa fue difícil. Creo que se equivocó al plantearlo. Tiene la voz muy bonita, aunque tampoco se esforzó mucho. Parecía que viniera a hacer una faena de aliño y poco más. Y las masas, enfervorecidas porque dio tres propinas de las conocidas… Jopelines, prefiero un concierto sin propinas pero que el intérprete se deje la piel, sea artista. Siete minutos de gracia no me compensan de hora y media de aburrimiento. Yo necesito emocionarme.

Para emociones, las dos últimas películas que he visto: In the loop, divertidísima y bastante malhablada; y Despedidas, una japonesa que me recomendó mi amigo Javier, sobre un violonchelista que se queda en el paro y encuentra un trabajo relacionado con despedidas, como decía el anuncio al que responde. Tengo la intriga de si realmente el actor toca el violonchelo, porque pasa bastante rato haciendo (por lo menos) que toca. Hay algunos momentos demasiado cursis para mi gusto, pero lloré en cantidad, porque la cosa lo pide… Y el resto de la sala también.

Y de discos, llevo varios días oyendo el que ha sacado Maria Bethânia que se llama “Encanteria”. Un amigo lo ha traído de Brasil (junto con algunos más que le encargué) y me lo ha pasado. Me parece curioso, al menos, y me encanta su voz.

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